Sanador
Necesito aire… lo poco que entra a mis pulmones no es suficiente más que para mantenerme en pie… cada paso que das, cada movimiento que haces, es como si la vida te abandonara, tal vez sea que conforme voy ayudando a los demás, les entrego parte de mi tiempo de vida, como aquella historia que alguna vez vino a mi mente:
Aquel joven, al que la gente llamaba Paría, caminaba por donde lo llevara su espíritu, no tenia un lugar al cual regresar y mucho menos un lugar planeado para establecerse y dejar atrás esa nómada vida que había llevado. Era un ser muy peculiar, pues muchos decían que tenia el don de sanar las heridas más profundas, aquellas que no lastiman la carne y el hueso, sino esas que causan una hemorragia espiritual. No importaba cual fuera tu pecado o aquellas ideas que atormentaran tu alma… él simplemente lograba sanarlas con una simple plática y un cálido toque en el hombro, hasta el más descorazonado recuperaba las esperanzas de vivir. Un día éste nómada cayó en el camino, como pudo se acerco a un árbol, pedía ayuda a los que transitaban por el lugar pero nadie le hizo caso, hasta que un sujeto encapuchado se inclinó frente a él y lo estudió con una mirada fría. – Eres un Sanador – le dijo – has ayudado a mucha gente a lo largo de tu camino y has agotado tu vida con ello –, el joven sonrió – Entonces literalmente mi vida fue ayudar a los demás –, el encapuchado sonrió y el paría agregó – Entonces, debido a esto, enviaran un ángel para que me lleve a la gloria eterna –. Una sonora carcajada congeló su sonrisa – No, un ángel no, más bien un demonio y he venido por ti, lamentablemente hasta los sacrificios tienen un límite y tú, mi amigo, has cometido suicidio….
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